Alef y Tav – leer de derecha a izquierda.

La química espiritual es la ciencia de todos elementos con los que Dios creó el mundo. Estos elementos son veintidós, y el primero, Alef, tiene el poder de transformar, de sublimar, de iluminar, mientras que el último, Tav, conserva y protege de la destrucción. Cuando Jesús decía: «Yo soy el Alfa y el Omega, quería decir: «Poseo estos dos elementos de la química celestial: el uno me da la posibilidad de sublimarlo todo, y el otro me permite realizar el Cielo en la tierra».

Esto es lo que significan Alfa y Omega, Alef y Tav. Es muy difícil obtener el elemento que viene de Kether, a pesar de que Kether sea la séfira más generosa, la más clemente y la más misericordiosa. Y, ¿por qué no llegamos a recibir lo que nos envía?… Acabo de decirles que para recibir este elemento es preciso subir, elevarse, pero en realidad, también podemos recibirlo sin necesidad de movernos, porque es él el que viene hasta nosotros. Si no lo recibimos es porque estamos parapetados, rodeados de capas opacas que le impiden entrar, y la única séfira que puede ayudarnos, que puede verdaderamente abrir nuestras puertas y nuestras ventanas para permitimos recibir este elemento, es la séfira Iesod.

No vale la pena, pues, hacer tantos esfuerzos (a menudo infructuosos) para subir; basta con limpiarse, con lavarse, con purificarse, y entonces, a través de esta transparencia y de esta pureza, se reciben todos los elementos divinos.

Cuando hablaba de «subir» utilizaba una imagen para hacerme entender, pero en realidad, no tienen por qué subir ni descender, pueden permanecer en su sitio y simplemente abrir el camino entre Malkut y Iesod.

Pero entre Malkut, donde vivimos, y Iesod que es la primera estación en el Arbol de la Vida, el camino está obstruido y lleno de tinieblas, pues ahí se encuentran todas las ilusiones y las locuras. Sin embargo este camino, precisamente, es el que debe reconocer el discípulo para llegar a la región de Iesod.

El sendero de Malkut a Iesod es espantoso y está plagado de peligros; no obstante, si el discípulo está bien armado con los consejos, las instrucciones y la luz de su Maestro, llegará a buen puerto. Evidentemente perderá algunas plumas, sufrirá, será tentado y se extraviará, pero si tiene el deseo y la voluntad inflexible de llegar, llegará.

Tal y como les he explicado, la séfira Iesod, como todos los sefirots, está dividida en cuatro partes. Es una región brumosa, crepuscular, infernal. Pero el discípulo, cuando va bien guiado, llega hasta las regiones más iluminadas, más transparentes y más puras de Iesod. Entonces es puro, es clarividente, se siente libre. Y como Iesod es el receptáculo de todos los demás sefirots que proyectan sobre ella sus luces, sus riquezas y sus poderes, queda inundada de las cualidades de todos los demás sefirots. Porque los demás sefirots no permanecen inmóviles, sino que son como torrentes impetuosos que fluyen, que proyectan sus energías, y estas energías se precipitan sobre Iesod.

Y si un ser llega a beber de las aguas puras de Iesod, encontrará en ellas las virtudes de todos los demás sefirots. Por eso les digo que no es necesario que suban para recibir estas virtudes, puesto que están ahí; tan sólo tienen que abrirse, purificarse, para que no permanezcan dando vueltas a su alrededor sin poder entrar e instalarse en ustedes.

Cuando los cristales están sucios, aunque el sol brille no se puede ver nada. Y antaño, cuando la gente se servia de lámparas de petróleo, si el ama de la casa no limpiaba el cristal todos los días, la lámpara no alumbraba, aunque estuviera encendida. Lo mismo sucede con el ser humano: si no se purifica, no ve ni siente nada. Pero si se purifica, los rayos que vienen del cosmos cargados de riquezas y de bellezas penetran en él, porque se ha vuelto accesible y receptivo. Podemos, pues, recibir todas las virtudes del cielo; en vez de ir a buscarlas, son ellas las que vienen a visitarnos. Evidentemente, podemos decir que hacemos esfuerzos, que nos elevamos, pero en realidad seguimos en el mismo sitio, pero trabajamos para dejar que nos penetren las cualidades y las virtudes. Se dice en los Evangelios: «Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios».

(Concluirá…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Sèvres, 16 de enero, 1972

Obras Completas, vol. 7. Los Misterios de Iesod.
Parte 1. Iesod refleja las virtudes de los demás Sefirot