La Ciudadela de Jerusalén, litografía, 1839

Ahora les contaré una historia. En Bulgaria había un maestro muy inteligente, muy sensato pero que no era muy fuerte físicamente. Un día se encontraba en la plaza del pueblo con otros jóvenes, y había allí un mozo muy corpulento, pero un poco tonto, que no estaba de acuerdo con lo que decía y se pusieron a discutir…

Al final cuando el mozo vio que el maestro le ganaba con sus argumentos, con su inteligencia, se encolerizó y le dio dos bofetadas y el maestro se desmoronó. Los demás muchachos, claro, se reían, aplaudían, porque el mozo era fuerte ¡y la fuerza es algo que impresiona!

A veces no notamos los resultados de la práctica espiritual diaria

El pobre maestro se volvió a su casa muy triste, desgraciado, mientras que los demás, allí abajo, se reían, se burlaban. Y he ahí que al entrar a su casa vio que la vaca había parido un hermoso ternero: se inclinó hacia él para acariciarlo, y después lo levantó en sus brazos y se olvidó un poco de su pena.

Al día siguiente, y los días sucesivos, fue de nuevo a acariciar el ternerito y a levantarlo… Así lo siguió haciendo durante mucho tiempo, durante varios meses, de forma que el ternero ya se estaba convirtiendo en buey y el maestro seguía levantándolo.

Hasta que un día descubrimos nuestra fuerza

Un día, cuando se dio cuenta de cuánto había mejorado su musculatura…fue al encuentro del mozo, que seguía fanfarroneando en la plaza ante sus compañeros. Se presentó y dijo: “¿Me reconoces?». A lo que el otro respondió: «Ah, sí que te reconozco, ¡eres el que recibió la paliza!»

Pero entonces el maestro se inclina, lo coge por las pantorrillas y lo levanta diciendo: «Reza tus oraciones, te voy a tirar al suelo y no quedará rastro de ti». Y el abusador comienza a suplicar «¡Ah! ¡Perdóname, déjame con vida, siento haberte abofeteado!…»

Nunca acepten ser derrotados

«-Bueno, bueno, si es así, vale.” Y lo volvió a bajar de buena manera. El otro salió corriendo, mientras que todos los chicos aplaudían y se alegraban. Y el maestro se volvió a su casa muy contento, orgulloso, vencedor.

Así que ¿ven? Mis queridos hermanos y hermanas, nunca hay que dejarse vencer, pisotear, aplastar, porque eso no mejora a las personas, que siguen abusando de su fuerza y no mejoran.

(Concluirá…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
El Bonfin, Septiembre 12, 1963

Obras Completas, vol. 12. Las leyes de la moral cósmica
Cap. 20, «Si alguien te golpea en una mejilla…»

Imagen: Litografía de David Roberts, Abril de 1839. La Ciudadela de Jerusalén, sin los muros de la ciudad.