«Si observan a la personalidad, verán que no puede esconderse; tiene sus maneras, su estilo propio de aconsejar, de reclamar, de gritar, incluso de amenazar. Cuando se conoce como actúa la personalidad, es imposible equivocarse, pero es preciso vigilarla constantemente y analizar sus métodos.

Por ejemplo, cuando quieren renunciar a ciertas cosas que le placen, les espera a la vuelta de la esquina, les presenta la cuestión bajo otro aspecto y les convence de que están equivocados. Si a ustedes les gusta el tabaco, el vino, las mujeres, el dinero, sabe muy bien como proceder. El mismo día en que renuncian a ello, les dice: «¿Así que has renunciado a beber, amigo mío? ¡Es magnífico, hay que celebrarlo ! Y les lleva a la taberna «para hacer un brindis por ello», precisamente porque han renunciado. ¡Es realmente extraordinaria! ¡Utiliza esas estrategias!

Y sin embargo, no debemos aniquilar a la personalidad, pues al igual que una vieja abuela muy rica que tiene las llaves de los baúles y de los armarios,.. posee las riquezas subterráneas, la materia bruta, es decir, los instintos, los apetitos, las pasiones, los deseos. Es, pues, fuerte y poderosa, su único defecto es que quiere apropiarse de todo. Por lo demás, es muy capaz, muy hábil y siempre urde estrategias. No es totalmente mala, pues, en su egocentrismo, guarda, conserva, mantiene y aumenta las posesiones del hombre; pero le falta la conciencia moral, la honestidad, la imparcialidad, la bondad, la generosidad

La personalidad es útil, incluso necesaria, porque es la reserva de todas nuestras posibilidades. Sólo hay que ser más inteligente que ella, dominarla, hacerla obedecer y ponerla a trabajar para utilizar todas sus capacidades, en vez de volvernos esclavos de ella.

La personalidad posee fuerzas formidables que hay que saber utilizar, igual como utilizamos las fuerzas de la naturaleza como son la electricidad, el agua, el viento, etc. Cuando los hombres ignoraban como utilizar estas fuerzas, eran sus víctimas. Ahora saben controlarlas, utilizarlas, y hacen maravillas. Entonces, ¿por qué no habría de suceder lo mismo con las fuerzas internas ?

 

sit back

¡Cuántas cosas hay que aprender todavía! Aprender cómo usar la vanidad, por ejemplo, la energía sexual, la cólera. En mi caso, es la vanidad quien trabaja por mi. Si no fuera vanidoso, no haría nada de nada. He puesto mi vanidad a trabajar ¡y hace maravillas! ¿Por qué extirparla? Al contrario, la acaricio, la alimento un poco y la pongo a trabajar; y entonces, mueve montañas… Yo nunca he dicho que no fuera vanidoso. Al contrario, estoy orgulloso de tener vanidad y muchas otras fuerzas, pero todas están canalizadas. Estas fuerzas no están en nosotros para que nos abandonemos a ellas ni para que luchemos contra ellas, están ahí para que las pongamos a trabajar.

Un Iniciado, como todos los demás seres humanos, arrastra consigo su personalidad; la alimenta lo justo para que no muera de hambre, pero no le da todo lo que desea. La mantiene, la controla, pero no es su dueña. Y no mata a su personalidad ni la aniquila como lo hicieron tantos ermitaños y ascetas. Les enseñaron que era preciso vivir en la suciedad, la penitencia y las mayores privaciones… ¡Pero con semejante trato, la pobre personalidad quedaba anulada, inutilizada!

¿Acaso dejan a una sirvienta sin alimento y sin alojamiento? Si tienen sirvientas, ustedes les dan de comer y de beber, sin embargo, no son ellas las que dirigen vuestros negocios ni dan las órdenes.

 

(Concluirá)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Izvor 213, Naturaleza Humana y Naturaleza Divina
Capítulo 6, Dominar la naturaleza inferior…