– La naturaleza y caracter de los niños está determinadas antes de que nazcan

Actualmente, la mayoría de las mujeres no sospechan la influencia que ejerce su forma de vivir sobre el niño que esperan. Se imaginan que el niño lleva una existencia absolutamente independiente de ellas, que son libres de llevar la vida que les plazca, de tener cualquier pensamiento o emoción sin que afecte al bebé. Pues bien, en eso se equivocan. La vida psíquica de la madre influye enormemente en el niño, incluso en el plano físico. La vida psíquica de la madre tiene tanto efecto en el niño, como su vida física.

Las mujeres deberían querer hacer todo lo posible para tener un efecto benéfico sobre el niño que van a tener. El niño pasa nueve meses en el seno de su madre, y durante ese tiempo se forma física y mentalmente. Las madres que llevan un diario de su embarazo, ven como el niño de una forma u otra repite durante su vida todos los estados atravesados por ella a lo largo de los nueve meses de gestación.

Pero en realidad esta repetición se produce en sentido inverso, es decir, lo que la madre ha vivido el noveno mes se manifestará en el primer período de la vida del niño, lo que ha vivido el octavo mes en el segundo período… Pudiendo durar una vida humana noventa años, a cada mes del embarazo lo corresponderían diez años de la vida del niño. A menudo aconsejo a las madres de familia que han tenido uno o varios niños que intenten acordarse de los sucesos y estados de ánimo que vivieron durante el embarazo; de esta forma comprenderán mejor ciertos rasgos del carácter de sus niños e incluso algunos de sus problemas de salud.

Las madres son un depósito de sustancias extraordinarias capaces de realizar los designios del Cielo. Si decidieran consagrarse al Cielo para que todas estas materias maravillosas puedan ser utilizadas en un fin divino, entonces sobre toda la tierra veríamos resplandecer hogares de luz, y el mundo entero hablará el lenguaje de la nueva cultura, el lenguaje de la nueva vida, el lenguaje del amor divino.

mothers

Cuando digo que deben educar a un niño incluso antes que despierte su comprensión, quiero decir mucho antes… incluso antes de su nacimiento. Es cuando un niño está aún en el seno de su madre, que la educación debe comenzar. Le corresponde a la madre, especialmente, hablarle a su hijo o hija, y decirle todas las cualidades que quiere para él o ella, todas las magníficas cosas que quiere que haga más tarde.

Una mujer que espera un hijo debe decirse: «Durante nueve meses tengo todas las posibilidades de hacer de mi hijo un ser sano, hermoso, inteligente, noble, lleno de amor… que será una bendición para el mundo entero. Debo estar atenta para poder aportarle mediante mis pensamientos, sentimientos, deseos, y por mis actos, los elementos más puros que contribuyan a su formación». Y con este estado de conciencia debe ponerse a trabajar. Pues una vez que ha nacido, el niño se le escapa, nada se puede hacer. La naturaleza del niño ya está determinada en el nacimiento, y si esta naturaleza es defectuosa, nada o casi nada podrán hacer los educadores, los profesores, los médicos o los psiquiatras.

Si millones de padres en el mundo decidieran tener esta actitud durante la concepción, si las madres en todas partes reconocieran el hecho de que son responsables de formar el carácter, la mente y el cuerpo de sus hijos, a través de sus pensamientos y comportamiento durante la gestación, ¡entonces la humanidad realmente se transformaría en tres o cuatro generaciones!

Omraam Mikhaël Aïvanhov
La galvanoplastia espiritual y el futuro de la humanidad, Izvor 214