Todos quienes han estudiado las relaciones entre el ser humano y el cosmos han descubierto que existe entre ambos una correspondencia absoluta. Cada vibración tiende a encontrarse con otra vibración semejante, fusionándose con ella. Todas las criaturas, mediante sus vibraciones y sus longitudes de onda correspondientes, entran en relación con otros seres, con otras entidades y otras fuerzas del universo que poseen las mismas longitudes de onda, las mismas vibraciones.

El diapasón es un ejemplo de esta ley

Supongan que tengamos sobre una mesa varios diapasones de los cuales sólo dos son de la misma longitud. Si hacemos vibrar cada uno de estos diapasones, darán un sonido diferente, pero cuando hagamos vibrar uno de los diapasones que tienen la misma longitud, el segundo, sin ser tocado, responderá a la vibración del primero emitiendo exactamente el mismo sonido que él.

Todos conocen este fenómeno, pero lo que no saben es la importancia de esta ley. Porque, en realidad, sucede exactamente lo mismo entre el ser humano y todo lo que existe en el universo. Si se esfuerzan en elaborar únicamente pensamientos luminosos, desinteresados, sentimientos puros, generosos, atraerán del espacio entidades, elementos que están en afinidad con sus pensamientos y sus sentimientos, con lo cual cada vez se sentirán más ayudados, más sostenidos.

La luz de la Ciencia iniciática nos da todos los poderes para crear el porvenir que nosotros deseemos. Y si sabemos alimentar en nosotros ciertos estados internos elevados, nada podrá impedir que nos unamos a los seres luminosos y nobles que deseamos encontrar.

Los buenos pensamientos, sentimientos y actos – vibran en la misma frecuencia que los seres más elevados

¡Cuántas veces se sienten desorientados, desgraciados! No saben que hacer para salir de este estado y siguen atormentándose. ¿Por qué no intentan acercarse a los seres que pueden ayudarles? Estos seres están ahí, por todas partes, junto a ustedes, y si no hacen nada para ayudarles es porque no saben llamarlos. Para que escuchen su voz, es necesario al menos que tengan un buen pensamiento, un buen sentimiento, que realicen un acto desinteresado; entonces esos seres, al sentir que vibran en el mismo diapasón que ellos, se verán obligados a acercarse a ustedes para ayudarles.

A través de la Ley de Afinidad, atraemos elementos, seres y fuerzas

Sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos son los que determinan totalmente la naturaleza de los elementos, de las fuerzas y de los seres que serán despertados en alguna parte en el espacio y que, tarde o temprano, llegarán hasta ustedes. Esta ley de afinidad es una de las más grandes leyes mágicas y es ella la que debe dirigir toda la vida de ustedes. Cada día, cuando sientan llegar determinados pensamientos, determinados sentimientos, díganse: «Este pensamiento, este sentimiento necesariamente está en afinidad con elementos, con regiones del espacio de una naturaleza determinada. Si entro en relación con ellos, ¿voy a atraer algo bueno o malo? » Si se dan cuenta de que es bueno, díganse: allá voy; pero si no lo es, ¡tengan cuidado!

Encuentran, por ejemplo, a un ser disminuido en todos los aspectos; eso proviene de sus encarnaciones anteriores, en las que, por ignorancia o por mala voluntad, ha atraído entidades y corrientes negativas que ahora le atormentan y le tienen atado. Otros, al contrario, han atraído, como consecuencia de sus precedentes encarnaciones, elementos que hacen de ellos seres inteligentes, capaces, hermosos, seres a quienes todos aman y admiran. Vean cuán importante es conocer esta ley de afinidad y ponerse inmediatamente a trabajar para atraer partículas de una naturaleza tan luminosa que todo comience a mejorar en ustedes.

(Concluirá…)

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Izvor 226, El Libro de la Magia Divina
Cap. 11, Las tres grandes leyes mágicas.