El secreto de la resurrección está ahi, delante nuestro, en la naturaleza, y espera que nosotros lo comprendamos, que nos decidamos a morir conscientemente para que surja de nosotros un ser humano nuevo. Muy pocos, incluso entre los Iniciados, han logrado resucitar para convertirse en inmortales, porque no hay cosa más dificil que dominar a la naturaleza inferior, que es extremadamente hábil, astuta, y sabe todo lo que tiene que hacer para engatusarnos. Para poder escapar de ella hay que tener mucho discernimiento, un amor estable y una voluntad poderosa.

En algunas Iniciaciones del pasado, la prueba final para el discípulo que había superado con éxito las etapas preliminares era la de la muerte y la resurrección. Era colocado en un sarcófago en donde permanecía durante tres dias y tres noches, vigilado por sus Maestros, los cuales, con ayuda de determinadas prácticas por ellos conocidas, le mantenían en estado hipnótico y separaban de su cuerpo físico sus cuerpos etérico y astral con los que el discípulo viajaba por el espacio.

Durante tres dias visitaba todas las regiones; el infierno, el paraíso… miraba, quedaba asombrado, horrorizado, extasiado, vivía la verdad. Cuando volvía, los lazos entre sus cuerpos etérico y astral y su cuerpo fisico eran de una naturaleza totalmente diferente: todo lo que habia visto, todas las impresiones que habia vivido se habían grabado en su cerebro, y podía ahora recordarlas con todo detalle.

Para resucitar y lograr la inmortalidad existen varios métodos que nos son revelados por los símbolos de los dos triángulos, el uno con el vértice hacia arriba y el otro con el vértice hacia abajo. Estos dos triángulos representan los dos procesos universales de evolución e involución, evolución de la materia e involución del espíritu. Nos enseñan cómo debemos elevamos hasta la Divinidad para fundirnos en ella, al mismo tiempo que debemos atraerla para que venga a habitar y a manifestarse en nosotros. Ustedes dicen: «Señor, yo no soy quien vive y se manifiesta, sino tu Espíritu en mi». Se pierden en el espacio infinito a fin de que no quede ni un átomo de ustedes y venga El, el Poderoso, el Grande, el Fuerte, a ocupar vuestro lugar…

Asi es como hay que comprender la muerte que se nos pide desde el punto de vista espiritual: no destruyen el cuerpo fisico, sino únicamente el principio que mantiene la muerte en ustedes. Es el «Solve» y el «Coagula» de los alquimistas: se diluyen, se funden en el espacio y piden a Dios, que es la inmensidad, que venga a encarnarse en ustedes. Ahora comprenden cómo expresan estos dos triángulos el proceso de resurrección. Son conocidos, sobre todo, con el nombre de hexagrama o sello de Salomón; pero este simbolo ya existia desde mucho antes de Salomón.

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Izvor 209, Navidad y Pascua en la Tradición Iniciática.
Cap. IV: “Si no mueren, no vivirán”.