«En Bulgaria, tenía un amigo muy rico, pero que estaba siempre extremadamente triste. Un día, me lo encontré en la calle.

«Pareces muy contento, me dijo, ¿qué has hecho? – Oh, no es nada, acabo de comprar alegría. – Bromeas. ¿Cómo es posible? – No, no bromeo, es perfectamente cierto; he comprado alegría por una pequeña suma. – ¿Cómo? Yo he gastado mucho dinero en mi vida sin conocer jamás la alegría».

Mi amigo me miraba incrédulo y asombrado; sin embargo, me conocía bien, y sabía que yo no podía engañarle. Entonces le dije: «Ven conmigo, mira, he ahí un hombre que vende alegría».

Había delante nuestro un pobre hombre que vendía botones, cordones y cuerda fina. «Sí, le dije, este hombre es un gran Iniciado del pasado, pero cometió errores, y ahora, a pesar del frío, de la lluvia y del viento, espera a los clientes durante horas. Mírale bien, ve hacia él, toma algo, cordones, por ejemplo, pídele el precio y te dirá: «Son diez levas.» Dale cincuenta y rechaza el cambio.

Quedará estupefacto y experimentará una gran alegría. Pensará: «Sí, todavía existen hombres buenos en el mundo». Su fe aumentará y la alegría que él sentirá, tú la sentirás también; vibrará en ti todo el día y habrá nacido por unos céntimos».

Mi amigo se sintió feliz porque había comprendido. Yo añadí: «Ve también a ver a un enfermo, llévale un pequeño regalo mientras pronuncias unas palabras amables. Dile que todo se arreglará, que Dios es misericordioso… Si procuras llevar a los demás la alegría y el consuelo, tú también te alegrarás. Pero escoge bien a la persona que debes visitar, ya que no todos aceptan la alegría». Es evidente que puede obtenerse la alegría de muchas otras maneras.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, Vol. 1, El Segundo Nacimiento 
Capítulo 5