El Maestro les explicaba a las parejas cómo vivir en el amor sin rebajarse a los niveles que esterilizan ta vida espiritual. Para él, lo importante es reconocer el poder de las energías sexuales y utilizarlas para desarrollarse mejor espiritualmente:

«Los órganos sexuales son el resumen de toda la creación. La fuerza escondida en el ser humano es una fuerza divina, sagrada, gracias a la cual podemos obtenerlo todo.

Como la presión del agua en un edificio

Consideren esta una imagen: habitan en el quinto piso de una casa y el agua debe subir hasta ahí para tener suministro. Necesita, pues, de cierta presión. Si suprimen esta presión, no subirá a todos los pisos.

Pero los seres humanos hacen todo lo posible para disminuir esta presión, para hacerla caer a cero. No la soportan. Sin embargo, sería necesario que esta energía pudiese elevarse hasta el cerebro recorriendo todos los pisos. La presión le hace elevarse y pueden servirse de ella.

Pero la mayoría la hace desaparecer en todo momento, y por eso nunca disponen de ella en los planos superiores.»

No teman esta energía – la fuerza de todas las fuerzas

En este sentido, le gustaba hablar de la belleza del trabajo de los grandes Iniciados que aprendieron a servirse de esta energía -sin malgastarla- para crear una luz deslumbrante en el cerebro, un estado divino en el alma. Él mismo escogió el celibato y la continencia para consagrar su vida a ayudar a la humanidad; nunca temió a esta fuerza a la que llama, como Hermes Trismegisto, «la fuerza fuerte de todas las fuerzas».

Su espiritualidad y su comportamiento nunca estuvieron inspirados por un rechazo a la fuerza sexual, al contrario: para él, la energía sexual, puesta en el ser humano por la Inteligencia cósmica, contiene grandes promesas de evolución y de superación.

Louise-Marie Frenette,
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